martes, 15 de septiembre de 2009

19.- MAGALY MEDINA: FRIVOLIDAD Y MALDAD HECHA INDUSTRIA

- Cada noche limeña, manadas de truncos proyectos de Sapiens y gentes carentes de capacidades abstractas y de norte trascendental en la vida forman en un disciplinado ritual frente a la televisión necesitados de una dosis de infracultura de fácil digestión que llene sus limitadas expectativas de entretenimiento. Esos seres que en tal magnitud numérica serían inconcebibles apenas cruzando la frontera geográfica, son el sustento de uno de los fenómenos televisivos más llamativos de los últimos tiempos: Magaly Medina.
- Conductora de televisión del banal y vacuo rubro de entretenimiento farandulero, exitosísima ante el estupor de las minorías con algo de pudor y para la celebración de las mayorías embrutecidas por siglos de gobiernos incompetentes, intereses mezquinos de las oligarquías y fanatismos teúrgicos pululantes. Ingresa al mundo de la televisión debido al ojo clínico para el gusto popular de los directivos de ATV Canal nueve, pese su impresentable apariencia física por obra congénita y su escasez de condiciones para tener competencia en lides de exigencias serias; pero ella tenía la fórmula para encallejonar las audiencias más morbosas e inescrupulosas, contando con un talento que no se formó a punta de preparación y cultivo positivo alguno en su vida previa sino en base a taras traídas desde una infancia tormentosa y el infortunio genético y social.
- Su talento para el vituperio empieza a forjarse desde sus complejos nacidos en el reflejo de un cruel espejo, ella como toda niña promedio tenía sus sueños de príncipes etéreos y vuelos románticos, pero sus deseos de coquetería por entonces debían reprimirse ante la evidencia de su realidad, por otra parte el abandono por parte de su padre, con una hermana desvalida por la Poliomielitis y un ambiente nada estimulante intelectualmente, crearon la esencia del monstruo que conquistaría un reino de simios subdesarrollados que hoy se rinde a sus pies mediante sus ciudadanos, autoridades, alcaldes y congresistas que no escatiman en derramar elogios y condecoraciones sobre su persona.
- Luego de su formación básica inconclusa en una chingana de periodismo y un paso previo y accidentado lleno de errores ortográficos elementales por la redacción de una revista local, recala en la televisión desde donde ve la mejor oportunidad para desfogar sus resentimientos incubado desde la ternura infantil y arremete contra todo lo que consideraba inalcanzable a su cuna: Belleza, glamour y distinción de una clase artística decadente. Esta fórmula logra captar la atención de cada vez más gente ávida de baratijas y la catapultan a nivel de superestrella de este ambiente pérfido al que terminaría asimilándose como un miembro más; llegado el dinero a raudales con la celebridad continúa su revancha contra la vida recurriendo a numerosas cirugías y arreglos para cobrar forma humana y disfrutar por lo menos sustentada artificialmente de los placeres y jactancias que toda mujer trivial anhela.
- Su programa es todo un desfile de las más procaces huachaferías que en solo un país de monos elementales se puede concebir como indispensable: chismes intrascendentes sobre vidas personales de toda una amplia variedad de depravados, mujerzuelas, marranos, etc. ediciones tendenciosas, enfoques e hincapiés para morbosos, “verdades” sobre frivolidad fútil que nunca incomodan a los verdaderos poderosos, monólogos y diálogos de estúpidos y para estúpidos, concurso de ironías de pendejos, uso de terceros como sicarios de la mofa (como un siempre disponible Benavides) y comentarios de edición parecidos salir de efervescentes masturbadores adolescentes. Todo un canto a la conciencia del país cavernícola de Laura Bozzo. Si bien este tipo de “prensa” de espectáculos es un producto disponible en diversos lugares del mundo, probablemente en ninguno de ellos tan vil arte toque fondo en bajeza de nivel y limitaciones de sinapsis entre sus protagonistas.
- Su comportamiento descalabradamente eufórico invita a pensar como lo insinuó alguna vez Augusto Polo Campos en el infame programa de “Fuego Cruzado” sobre Augusto Ferrando que la lanzó al estrellato de la inmundicia televisiva, que esta mujer reciba en diversos momentos el auxilio de sustancias psicoactivas que elevan su ánimo hasta el Olimpo de su miseria. Tan es así que no ha medido las consecuencias de la explosiva mezcla de su soberbia y la euforia, como cuando ninguneó una carta notarial del futbolista Paolo Guerrero que la demandó por difamación y terminó encerrándola en la cárcel por un breve y merecido tiempo de escarmiento. Esta mujer es la perfecta demostración que el poder de cualquier índole en manos de seres sin luces, distorsionados y sin equilibrio emocional lleva a los extremos más abominables de la ridiculez. Es más sus afirmaciones, ideas, reflexiones, ni siquiera ameritan el análisis del caso, más bien inevitablemente seducen para analizar antropológicamente el papel de la mujer en la sociedad y la evolución; sin tener simpatías por el machismo parece confirmar la corriente apreciativa sobre el talento femenino para la malicia histérica ó sutil y surge inevitablemente el parafraseo a Mae West: “Si somos buenas, somos muy buenas, pero si somos malas, somos mejores”.

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