viernes, 8 de octubre de 2010
NUESTRA LASITUD CIVICA
- Las sociedades son tan multicolores y desconcertantes como para provocar el atribuirle toda variedad de orígenes, calificaciones o explicaciones. El mosaico de primates que según una leyenda empezó desparramarse desde lo alto de una torre en Babilonia no pudo terminar mas dispar y/o disparatado para regocijo de las inquietudes de sociólogos, filósofos e historiadores. En sus orígenes, las tribus que germinaron las futuras sociedades, se favorecieron de diversos entornos que influyeron en sus caracteres, se nutrieron de culturas propias o ajenas – en el último casi no siempre por voluntad propia –, también se matizaron feliz y eventualmente de algunas luces ilustradas y luego de conocer vicisitudes propias de nuestra violenta evolución social, dieron como resultado eso en lo que terminamos hoy, que llamamos mundo. El concerniente estudio académico de las distintas costumbres e idiosincrasias de nuestra fauna homínida, llena volúmenes de información que consignan desde barbaridades aberrantes hasta unas pocas civilizaciones de envidiable nivel cívico, ¡Todas conviviendo en la misma y maltratada esfera celeste!.
- Así, en un capítulo irrelevante de ese enciclopédico acopio puede encontrarse el apartado sobre Perú, un rincón geográfico de exuberante belleza natural, con una sociedad donde convive una multitudinaria feligresía de una religión que predica entre otros valores a la honradez, pero cuyos fieles celebran toda clase de bacanales en una perpetua orgía moral y política, expresando esta afinidad en sus preferencias electorales que le permiten un acostumbrado liderazgo en las encuestas a una selección de afortunados rufianes.
- En la sociedad peruana en tiempos de Gonzales Prada, había que apretar para hacer brotar la pus; en el Perú de hoy, esa pus emerge espontánea como por un géiser de Yellowstone y por momentos pareciera lanzarse por la boca del Etna, la atmósfera de la política peruana tiene el inevitable tufo nitrogenado de una sociedad rendida ante su putrefacción jerárquica. Faenones, lobbys, Conviales, Comunicores parecen ya integrarse no solo al vocabulario rutinario del vulgo, sino, y lo peor de todo parecen aceptarse con naturalidad como parte del paisaje y una forma de vida quasidecente que no amerita censuras éticas ni electorales para sus taimados y criollazos gestores.
- Veamos, para empezar una dinastía de íconos de la taradez intelectual nacional, pero que pueden jactarse de una apreciable bolsa cautiva electoral por el solo “mérito” de llevar el apellido de un padre merecidamente preso, con una líder sin luces de ningún tipo pero sí tontas sonrisas simpáticas y un morro ariqueño para explicar los gastos invertidos en los estudios y ella y el resto de su banda familiar; luego, otra estrella de nuestra democracia es un funcionario edil escasamente expresivo, pero sí eximio maquillador contable para inflar hasta la estratosfera los presupuestos de las millonarias obras de Lima, liderando una pandilla especializada en esquilmar el parque automotor limeño, y que puede orondamente embolsarse respetables 14 millones de un solo zarpazo en un nauseabundo negociado indecomunicoroso ante la vista pasiva y complaciente de sus electores y que como todo lo prevé, esos mismos esbirros en unos meses mas – previo ritual electoral – manejarán jugosos presupuestos en algunos opulentos ministerios, los que engordarán sus hamponescas cuentas; también tenemos en el menú electoral, la chaveta de un presidente regional portuario, líder de una gavilla caponesca, probadamente astuto y hábil en finanzas de las que desvían aguas al molino propio y protagonista de explícitos filmes sobre negociados corruptos dignos de Oliver Stone pero filmados en la salita del SIN, capaz de tapar el sol de la mugre con su dedo medio y torear toda legítima acusación con ayuda de los compinches aprosos. Del partido de la estrella y la casa del pueblo, en materia de corrupción y desverguenza, también todo está dicho y fresco, aunque también en materia de criollismo mal entendido hay mucho que desenterrar en su historia tapándose la nariz. Esa es la jerarquía política, la crema y hez nata de la picardía dirigente de esta tribu llamada Perú.
- Así anda nuestro civismo, ¿Qué nos diferencia de un asentamiento de simios elementales incapaces de discernir entre lo bueno y lo malo, entre lo correcto y lo aberrante éticamente?, no mucho por lo visto y vivido, ¿porque el cinismo histriónico del pícaro de la política peruana es tan convincente?, quizás porque acá decidimos fundar el paraíso de los granujas de la oratoria y la simpatía política, en esta multitud de ciudadanos tan rentables electoralmente, fáciles de entretener con maniobras de circo y mediateces de calzón, domesticables con agasajos llenos de baratijas, sorbos chuscos y primitivos ritmos estridentes. Pensar que a unos cuantos kilómetros mas al sur y cruzando la frontera es posible huir de esta sociedad intoxicada en su propia fermentación. La civilización puede estar tan lejana dentro de si mismo y tan cercana en la geografía física a la vez.
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